Libros, internet y vacaciones

1.

Cuando los demás duermen yo establezco mi ritual de lectura y meditación. Soy un enamorado de los libros. Me gusta subrayarlos y escribir en los márgenes de sus hojas. Anoto las ideas que me sugiere la lectura para más tarde meditarlas.

Me gustan los libros que cuestionan la realidad. Espejos que reflejan lo que no se ve. Saber que lo irracional fundamenta inconscientemente nuestra manera de pensar me reconcilia con la condición humana. No somos máquinas, no somos tan racionales como creemos y eso nos hace humanos y adecuadamente imperfectos.

Los libros son magia concentrada, pequeñas máquinas del tiempo que nos susurran sus saberes al oído. Son una forma de conocimiento, nos enseñan a pensar. Leer requiere un tiempo pausado, exige esfuerzo y dedicación. Leer es un acontecimiento orgánico que implica todo el cuerpo. Aprender es un proceso sensorial.


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2.

Internet, sin embargo, encarna la promesa del conocimiento total con el mínimo esfuerzo. La biblioteca infinita que Borges soñó como ideal, ahora casi es una pesadilla. Una trampa de sirenas donde nuestros cuerpos quedan encallados.

La velocidad de las imágenes nos hipnotiza. Nuestros músculos se paralizan y contraen incapaces de seguir la velocidad de nuestras mentes. Las nuevas tecnologías al servicio de la información (que no del conocimiento) generan escisión y dispersión. La bestia digital nos domina porque nos ha pillado desprevenidos.

La red es una herramienta que magnifica nuestros defectos y virtudes. Hay una nueva ansiedad y es digital. Más allá de la red hay vida, es humana y manejable; los amigos, el yoga, la música, los deportes, la reflexión, el silencio, la lectura, los atardeceres, todas estas cosas y muchas más nos devuelven a la realidad.


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3.

Ese maravilloso ideal educativo que describía Isaac Asimov en los años 80 es utópico. El autoaprendizaje requiere de cierto criterio y madurez. La sobreestimulación es devastadora para la concentración y el sistema nervioso. El pensamiento multitarea que promueve es menos productivo y creativo. Nos entrena en la gestión de mucha información, pero no en su interpretación.

Profundizar, reflexionar y desarrollar un pensamiento crítico requiere tiempo. La voracidad de los nuevos medios de comunicación desalienta la lectura pausada y placentera. Si les interesa el tema les recomiendo dos libros que han ido a mi encuentro. Superficiales. ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes?, una interesante y pesimista reflexión de Nicolas Carr y Tecno-estrés del psicobiólogo José María Martínez Selvadonde trata las consecuencias de la adaptación forzada a las nuevas tecnologías.

Creo que las vacaciones son un buen momento para desconectar de la red y reorientar nuestras actividades cotidianas. Estamos más relajados y por lo tanto más receptivos a nuevas experiencias y formas de sentir. Escuchar el mar, sentir la brisa del aire en nuestra piel, el frío del agua en agosto, el olor del amanecer, darse baños de luna, comer despacio, romper rutinas, recibir un masaje de cuerpo entero, ponerse esas chanclas tan cómodas todos los días, conocer gente nueva, tener una aventura de verano, dejarse llevar o hacer lo que uno quiere, sin más…

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