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«La piel que habito« es arte conceptual para las masas. No deja a nadie indiferente. Una obra difícil que hunde sus raíces en las profundidades inconscientes del alma. Sus imágenes son enigmas que se clavan como espinas en las que uno queda herido. Amar en el cine dePedro Almodóvar se paga con dolor.
Los amores neuróticos y las obsesiones extremas se muestran con la fría luz de un quirófano. Quedan a penas rastros de ese sentido del humor tan absurdo y contagioso que hacía tan llevaderas las tragedias y contradicciones de sus personajes.
Teatral, turbador, calculado y excesivo. Demoledor cine psicológico que no se lo pone fácil al espectador. Un tratado sobre la cordura y los límites de la identidad que se asoma al abismo de la frágil memoria que nos construye.
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Fotografía (Annie Leibovitz) de la perturbadora artista Louise Bourgeois (1911-2010)
El resultado es una obra marginal y depurada, de belleza inhumana. Lo que empezó siendo un acto de rebeldía espontáneo se ha convertido en una venganza calculada contra lo establecido. En este manifiesto adulto, el yoga y el arte son acciones curativas y redentoras que ayudan a mantener la calma y transitar por el horror.
Son excepcionales la fotografía, la música y el montaje. Pedro Almodóvar es un artesano del cine que cuida los detalles más insospechados; pero además, un pensador incómodo, un intelectual de la sombra, un artista imprescindible que de no existir debería inventarse.
La fotografía de Pedro Almodóvar es de Michel Compte)
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En la madrileña La Fresh Gallery (Conde de Aranda, 5) podemos ver, hasta el 15 de octubre, 25 collages del multidisciplinar Juan Gatti (colaborador habitual del cineasta), como parte de la ambientación de la “La piel que habito”. Un adelanto de su esperada exposición antológica «A Contraluz» que tendrá lugar en noviembre en la sala de exposiciones del Canal de Isabel II de Madrid.