El yoga se ha convertido en un objeto de consumo y como tal está sujeto a las leyes del mercado. Se nos vende el yoga asociado a un estilo de vida placentero y exitoso. Incluso ha llegado a ser un accesorio ideal para personas perfectas.
¿Quién no quiere poseer un cuerpo fibrado y deseado? ¿Quién no desea realizar proezas de control físico y mental admirables? ¿Quién no se siente atraido por las promesas del yoga que nos venden los medios de comunicación?
Les pongo un ejemplo de fantasía erótica muy bien realizada al servicio del yoga.
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Y ahora un ejemplo de la vida real.
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Creo que ya han hecho su elección. Cuando la fantasía relega a un segundo plano la realidad es que hemos sido seducidos por la mentira. Cuando la felicidad de manual sustituye a la normalidad, la frustración se adueña de nuestros actos. Nos exigimos nuestra porción de paraíso, si es preciso a costa de la salud.
Es razonable vivir en la ignorancia, pero no es recomendable. Nos movemos entre el vacío y la nada. Tratamos de ignorar nuestra efímera existencia. Soñamos con ser eternos. Consumimos nuestra oportunidad de ser quien somos, siendo mejores que los otros.
Démosle la vuelta al mundo y despertemos sin dejar de soñar. Hagamos del cuerpo una fantasía más, pero reflexiva, inspiradora, eficaz. La pureza de la mirada revela el horizonte de la piel. El erotismo nutre el estallido sensorial de todo lo que respira.
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Encontrar la auténtica belleza en este mundo oscuro exige constancia, esfuerzo e inteligencia. Quizás nuestros cuerpos de barro, tan fuertes y tan frágiles, tan extraños, no estén hechos para tanta belleza como esconde el universo. Quizás ellos también formen parte del misterio.
Lo visible es la piel con la que se recubre el infinito. La experiencia de la belleza nos lleva al borde del abismo.