Los vicios venden. Las virtudes son aburridas y no interesan a nadie. Mientras los medios difunden la ignorancia y la provocación, el valor del conocimiento disminuye en la sociedad. La masa es torpe y se deja llevar por la inercia. Aún así el individuo puede reflexionar sobre el alcance de sus actos y darse cuenta de que ser feliz no consiste en hacer lo que nos da la gana, estar de fiesta todo el día y regirse por la ley del mínimo esfuerzo. Aunque a veces lo parezca.
Ser feliz es un hábito. Se aprende a ser feliz como se aprende a estar de bajón o a vivir en la ignorancia. Son actitudes que modelan nuestro cerebro y por lo tanto el mundo que percibimos. Aceptar ser quienes somos, saber gestionar nuestra manera de ser y sentirnos parte de un colectivo que valora nuestros actos son experiencias que nos acercan a la felicidad.
José Antonio Marina es uno de mis filósofos de cabecera. Sólo son cinco minutos.
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El trimestre pasado la 2 nos sorprendió con un programa sobre filosofía los domingos a las 23:00. El programa ya no se emite pero puedes encontrar todas las emisiones de Pienso luego existo en internet. No tienen desperdicio.
Aunque no lo sepamos, todos llevamos un monstruo dentro al que la reflexión libera de su ignorancia. Se alimenta de emociones no digeridas, de dependencias, de dolor, de insatisfacción y todas aquellas cosas que en principio nos causan rechazo.
No hay ningún artista mediático que simbolice la locura y la agresividad de nuestro tiempo como Lady Gaga. Ella es los 80 del siglo XXI, un monstruo que crea por el poder que le otorga el inconsciente. Ella ha convertido el arte de masas en una terapia colectiva para espíritus jóvenes. Ha transformado sus obsesiones en una locura divina. Se ha transfigurado en una icono extravagante.
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Lady Gaga – Marry The Night (official video) 13.51 mins. Si no entendéis inglés os recomiendo que busquéis una versión subtitulada.
Tanta emoción no puede ser buena, se vuelve adictiva. Los vicios nos dispersan, nos desconectan de la realidad y nos hacen olvidar para qué hemos venido aquí. Si no fuera porque nos prometen libertad y producen cuantiosos beneficios económicos, nadie los tomaría en serio.
Somos unos rebeldes consentidos que caminamos entre la soberbia y la esclavitud, entre la admiración y el horror. Somos seres de acción, impulsivos, aparentemente sanos y enamorados de nuestros logros. Todo el mundo, en mayor o menor medida, persigue el ideal de convertirse en una versión mejorada de sí mismo aunque no sepa muy bien cómo hacerlo.
Stefan Zweig es un autor austríaco que ahonda en los conflictos del alma como pocos. EnLos ojos del hermano eterno, una fábula posiblemente ambientada en la India, cuenta la historia de un hombre justo que se mortifica con las imperfecciones humanas. Un viaje imposible hacia la perfección que reflexiona sobre las consecuencias de nuestros actos. Una pequeña delicia atemporal para leer varias veces.
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Vivimos en una sociedad de jóvenes al borde del suicidio por hastío y sin ninguna intención de hacerse adultos; y no hablo en sentido metafórico. La Organización Mundial de la Salud, en sus estadísticas, constata que el suicidio es la primera causa de muerte violenta en el mundo superando las muertes por guerras y homicidios juntos. Uno de cada cuatro son jóvenes menores de 25 años. Todo indica que las cifras siguen subiendo.
¿Cuándo fue que dejó de parecernos bella la vida? ¿Cuándo empezamos a sentir nostalgia de un lugar en el que nunca estuvimos? Quizás la belleza siga siendo la única protesta que merece la pena en este mundo. La genuina belleza es generosa, honesta y valiente, cuando la encontramos despierta en nosotros el anhelo de ser mejores.
Clint Eastwood tiene 82 años y sigue haciendo películas admirables. Su cine no tiene ruido innecesario, es lento, cuidadoso y reflexivo. Ojalá las personas de edad avanzada y con cierta madurez ocupasen un lugar activo en la sociedad. Muchos jóvenes se lo agradecerían.