Uno de los primeros retos a los que se enfrenta un observador de mundos internos es identificar emociones y su relación con pensamientos concretos. Las respuestas emocionales no responden a patrones racionales. Hunden sus raíces en el inconsciente. Son aprendidas y van conformando la base de nuestro carácter. Pueden y deben ser gestionadas de manera positiva para ser canalizadas de forma constructiva. Son una de las fuentes de autoconocimiento más fascinantes y contradictorias del comportamiento humano. Aquí les dejo cuatro acertijos emocionales para que se vayan entrenando:
EMOCIONES PROHIBIDAS
Si la autoestima resulta atractiva, el orgullo, sin embargo, acaba matando el deseo. En toda relación hay un cierto grado de narcisismo en el que uno es espejo de la intimidad del otro. Sin querer, la imagen que nos devuelve el otro acaba mostrando nuestros secretos.
EMOCIONES ENFERMAS
Si hacemos cosas para gustar, para ser aceptados y que nos quieran nos encontraremos a la larga solos y frustrados. El personaje social crece mientras la persona mengua. Nos comparan y comparamos. Nos envidian y envidiamos, criticamos y somos criticados. No podemos gustar a todo el mundo. El mundo no está hecho para satisfacer todas nuestras expectativas.
EMOCIONES NECESARIAS
Cuando nos damos cuenta de nuestros errores marcamos de nuevo el territorio que nos es propio. Nos defendemos atacando y exorcizamos el miedo de nuestro cuerpo. Confundimos la agresividad natural con la violencia aprendida. Nos sentimos culpables por no ser perfectos. La rabia nos saca de la tristeza y nos prometemos que no vamos a permitir que nos engañen más.
EMOCIONES UNIVERSALES
La vida lleva de fondo un dolor sordo de difícil procedencia. Desconocemos el origen del amor que nos une. Morimos a cada instante, mientras sentimos la vida pasar. Hay experiencias que no podemos colocar en ningún sitio y que sólo tienen sentido si miramos más allá de nuestro pequeño mundo. Hay emociones tan íntimas, que nos pertenecen a todos.