Yoga Day


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Yoga Day, un día de yoga dedicado a la
sensibilización de la violencia de género
organizado por Amnistía Internacional.

Si quieres venir (c/Pelayo 80.1ºdcha, Madrid) este jueves de 18:00 a 19:00 a nuestra clase de yoga especialmente dedicada al tema de la violencia de género llámanos al 91 310 51 81.

Las fotos de las parejas que acompañan este post son para mí ejemplos de tolerancia,diferenciacomplicidadlibertadrespetocreatividadesfuerzo y amor. A todas ellas, desde aquí, ¡gracias por existir!.

Violencia de género 

Cuando hablamos de violencia de género entendemos que hay maltrato psicológico acompañado de violencia verbal y física hacia la mujer. Aunque no siempre es así, el hombre es el que maltrata y la mujer es maltratada. ¿Cómo hemos llegado a esto? 

El maltrato físico se reconoce más fácilmente que el psicológico. La ausencia de violencia física no significa que no se pueda dar otro tipo de violencia encubierta, por parte de ambos.

¿Cómo detectar una situación de violencia no física? Los chantajes emocionales, es decir los castigos que infligimos al otro (consciente o inconscientemente) por no corresponder a nuestras expectativas, están a la orden del día. Se toman como algo normal e inevitable, aunque realmente son un acto de violencia sutil.

La respuesta posiblemente esté relacionada con la educación que hemos recibido.

Para empezar vamos a diferenciar entre lo que es agresividad y lo que es violencia, términos similares que definen acciones diferentes.

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Agresividad 

El padre de la etología y premio Nobel de Medicina Konrad Lorenz dice que la agresividad, como el hambre, el miedo y el amor, es un comportamiento biológicamente determinado. No sólo sirve para conservar la vida, defenderse de los demás y alimentarse ,sino también para demarcar el territorio propio frente a los demás. Es decir, posibilita la convivencia en sociedad.

Parece que cuando nos medimos con los demás encontramos nuestro lugar en el mundo. La tensión de la agresividad tiene su propio mecanismo regulador. Cuando nos medimos con otro individuo igual de agresivo, el nivel de agresividad desciende porque peligra nuestra integridad física.

Una cierta rivalidad se convierte en un reto a nuestra inteligencia. Responder a una ofensa, afrontar un conflicto, reafirmar nuestro criterio, poner límites a los demás e incluso enfadarse puntualmente son expresiones agresivas saludables.

Cuando la agresividad no es gestionada de forma explícita y directa podemos caer en la tentación de asumir dificultades ajenas como propias y llamarlo amor. Si no reconocemos aquello que nos daña y nos perturba, no podremos diseñar una estrategia curativa.

Por lo tanto no se trata de reprimir nuestra agresividad sino de canalizarla. Si somos incapaces de gestionar nuestra agresividad de forma saludable, entonces expresaremos nuestra agresividad con violencia.

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Violencia 

Las conductas violentas no son innatas, se aprenden. Son una manera destructiva de expresar la agresividad. Se justifican como medio de resolver conflictos irresolubles y controlar situaciones límite. Son intencionales y tienen por objetivo causar daño. Son un abuso de poder y manifiestan un desequilibrio de la personalidad. En nuestra sociedad son un delito castigado por la ley.

Además, generan y consolidan la desigualdad de ambas partes. Hay algo mórbido en las conductas violentas reiteradas. Existe un cierto placer en el maltrato cuando nos instalamos en la culpabilidad y su correspondiente castigo. El agresor cumple su papel de castigador e impone su justicia por encima de la dignidad de la persona.

Hay que saber también que la violencia no física puede adoptar formas muy sutiles como la indiferencia, los cambios inesperados de ánimo e incluso el autocastigo. Cuantos más recursos e inteligencia, mayor refinamiento y sutilidad en el posible ejercicio de la violencia.

Mientras unos se expresan violentamente ante el cuestionamiento de su valía, otros se deprimen y se vuelven soterradamente agresivos. Una vez más la educación marca nuestros roles.

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La pareja

Hay tantas formas de amar como personas y no todas ellas son saludables. Se puede amar con dolor, con exigencia, de forma infantil, narcisista, sin medida e incluso se puede odiar el amor.

Cuando en una pareja se da una situación de violencia repetida, los dos son responsables y consentidores de la situación. Todos somos diferentes. Convivir con el otro nos pone en relación con nuestros límites y frustraciones.

Decidir tener una relación adulta es una decisión consciente y libre. Una relación de amor esun ejercicio constante de reconocimiento y honradez. Por detrás de los roles aprendidos escondemos nuestra auténtica personalidad.

Descubrimos quiénes somos a través del otro. Desarrollamos nuestras habilidades personales a través de los demás. Cada uno tenemos recursos y capacidades diferenciadas. Cuando uno está firmemente anclado en sí mismo, la valía de la otra persona no nos cuestiona ni debilita sino que nos inspira y anima.

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Una solución pacífica

En el contexto del hinduismo en el que nace el yoga, existe un principio de no violencia(ahimsa) que tiene sus orígenes en el respeto por toda forma de vida. Partiendo de la base de que todo lo que existe está interconectado, si respetamos la vida del otro, también respetamos la vida que nos sostiene a nosotros.

En el desarrollo histórico de este principio hindú de no violencia, el aspecto amable y pacífico ha ido dejando paso a otro más combativo y reivindicativo contra la injusticia. El yoga nos dice que la conciencia ha de ser el motor de nuestra conducta. Aunque nuestra cultura actual se base en la igualdad y el buen rollo, parece no estar de más reconocer y saber manejar las emociones y los sentimientos negativos que surgen en nuestras relaciones.

Llevarnos bien no significa pensar como el otro, ni ceder como norma; significa elaborar herramientas de comunicación, comprensión y mejora entre ambos, significa ser responsable y no delegar en el otro la gestión del conflicto.

Las situaciones difíciles nos empujan a consensuar soluciones diferentes. Ante la violencia de género, todos somos responsables. Suena a eslogan, pero es cierto.

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