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I.
Hace unos 2350 años, Platón explicó brillantemente el proceso del conocimiento y su relación con el mundo de las ideas y el mundo de los sentidos. La filosofía Samkhya, la más antigua de la que se alimenta el hinduismo moderno, ya distinguía entre lo sutil de los contenidos mentales y la densidad de los fenómenos externos.
Las ideas iluminan, dan sentido, y en cierta forma, ordenan el caótico y oscuro devenir de lo cotidiano. Percibimos en virtud de lo que pensamos. Los ideales, en un principio colectivos, inmutables y eternos, se convierten en nuestras manos en mercancía de valor relativo. Si el mundo de las ideas es perfecto por definición, el mundo tangible que comparte el hombre con sus congéneres no. Nuestras vidas son pálidos reflejos de otras realidades más brillantes.
Sin embargo, si desechamos la realidad cotidiana por ser imperfecta, también deberíamos examinar con cautela nuestros procesos mentales, puesto que en muchos casos nos quedamos atrapados en ellos. En el interior de nuestras mentes se gestan paraísos de belleza, justicia y perfección ideales que crean el infierno diario al que encadenamos a los que no son como nosotros. Son trampas mortales que nos aíslan de los demás. Por lo tanto, es deseable moverse en este mundo de sombras sin perder de vista la luz que las origina y las revela.
En el Rig Veda hindú se describe el mito de la creación como el sacrificio y desmembramiento del ser universal (o purusha) para dar lugar al mundo que conocemos. Compartir nuestros sueños e ideales significa, en cierta manera, sacrificarlos, pues al darlos a luz los dotamos de la imperfección de los hombres. En esta vida todo tiene un precio y no es el que marca la etiqueta.
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II.
El viejo mito de transformar la materia oscura, iluminarla, ordenarla de tal forma que refleje con claridad el espíritu, el ser, el logos, el vacío, …, es la aspiración última de la Alquimia. De alguna manera los que practicamos yoga y otras técnicas de conocimiento somos aspirantes a alquimistas. Somos muchos los que queremos recuperar la claridad que perdimos por el camino, una plenitud (que en yoga llamamos ananda) que va acompañada del conocimiento (chit) y la experiencia de la verdad (sat).
La divergencia de creencias en ocasiones tiene en común la ignorancia; opiniones contrarias pueden ser argumentadas lógicamente, la razón siempre tiene razón, aunque se equivoque. Entonces, ¿dónde está la verdad? Alejandro Jodorowsky dice que la verdad es aquello que es útil. Si esto es cierto, la verdad es aquello que nos acerca a una manera sana de entender la vida.
La capacidad de reflexionar se supone que es lo que nos diferencia del resto de los animales. Opinar, opinamos todos, pero reflexionar y hacerlo bien requiere práctica. Criticar por criticar es tan fácil que en ocasiones resulta obsceno. Aportar y construir es infinitamente más difícil y necesario. Al definir y concretar decisiones nos podemos equivocar, pero marcamos una línea de actuación que nos hace avanzar.
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III.
Actualmente el debate está en la calle, en los barrios, en los medios de comunicación, en la gente común, en los intelectuales. Mientras las opiniones cercan la acampada de Sol y, a ras de suelo otros se aprovechan de las circunstancias, hay hombres y mujeres que juntos trabajan y reflexionan sobre los abusos de poder en el sistema capitalista.
Como en cualquier sistema vivo, cuando una parte de la sociedad enferma, hay otras que sufren las consecuencias y/o, en la medida de sus posibilidades, suplen sus funciones. Los excesos se compensan con las carencias y a esto lo llamamos karma o ley de causa y efecto. No es tan difícil de entender, la vida tiene sus propias leyes reguladoras.
Nuestra sociedad es un organismo complejo que existe en virtud de la cooperación de los individuos que lo forman. A la larga no sobrevive el más fuerte sino el que mejor se adapta, el que colabora e intercambia beneficios. Compartir no resta, multiplica exponencialmente las posibilidades de evolucionar.
Sacrificar la parte accesoria de lo individual no sólo es saludable sino necesario. El bienestar no es una cuestión de cantidad sino de calidad. Cuando nos desprendemos de lo accesorio, lo esencial vuelve a cobrar su valor y lo transitorio se vuelve placentero. ¿En qué medimos el valor de una vida? ¿Lo medimos en relación a su productividad? ¿A los beneficios económicos que genera? ¿Al valor tasado de sus órganos? ¿Cómo medimos el valor de una persona? ¿Tu vida tiene un precio? ¿En qué cualidades reside el valor de un ser humano?
La Spanish Revolution se alimenta de la indignación de una mayoría ninguneada. Sin embargo son las minorías sin voz las que denuncian los abusos del sistema. Dentro del colectivo de indignados las respuestas a la actual crisis de valores son muy diferentes. Incluso hay quien sólo tiene preguntas. Nadie dijo que esto fuera fácil, vivir es una toma constante de decisiones y cada día es diferente. Tanto en lo privado como en lo público, si crees que las cosas pueden ser hechas de una manera más adecuada, ¡hazlas! Como decía Ghandi, sé la luz que quieres ver en el mundo.
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y … IV.
Por si ya no se acuerdan de lo que pasó, les dejo este ilustrativo y divertido cómic de Aleix Saló (28 años).