Las relaciones son un salto al vacío o de cómo Wes Anderson nos susurra al oído

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Las relaciones son un gran salto al vacío.

En cuestión de relaciones podemos decir, a grandes rasgos, que somos unos inmaduros. Si algo negativo sucede siempre pensamos que la culpa es de los demás.

Para empezar debemos reparar en que coincidir en el momento adecuado con la persona idónea es un milagro que no deberíamos menospreciar; sin embargo, muchas veces lo hacemos, por miedo, inseguridad o directamente estupidez.

Las relaciones de pareja, de amistad e incluso las profesionales perduran en el tiempo si ambas partes aceptan el reto de madurar. Las ideas preconcebidas, las luchas infantiles de poder, la ausencia de comunicación, reflexión y autocrítica son las principales causas de que las relaciones fracasen.

Incluso, reconocer cuándo una relación está agotada, si se da el caso, y cerrarla correctamente es una responsabilidad que generalmente no asumimos. Lo normal es que las relaciones se rompan de mala manera ante la incapacidad de sus miembros de gestionar la situación.

Siempre he defendido que el yoga más difícil que conozco es el yoga de las relaciones. La filosofía del yoga, aunque les resulte extraño a muchos, nos puede ayudar a elaborar conscientemente relaciones de crecimiento honestas, provechosas y dignas de llamarse humanas.


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Partimos de la idea preconcebida de que una relación nos garantiza para siempre un cierto grado de bienestar e incluso de felicidad. Pasamos por alto que para ello debemos de comprometernos y esforzarnos continuamente.

Aunque nos cueste admitirlo, el amor por sí mismo sólo crea estériles mundos de fantasía. Sin embargo cuando se acompaña de sentido común, todo lo ilumina, todo lo puede, todo lo transforma.

Todas las relaciones, desde las más básicas hasta las más complejas, suceden en virtud de alguna necesidad humana. Es por ello que todas las relaciones nos son útiles y por muy nimias que nos parezcan, siempre nos aportan algo.

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Otra gran verdad es que todas las relaciones, mantenidas en el tiempo, evolucionan o se estancan.

Una relación se torna tóxica cuando alimenta emociones que perjudican nuestra salud y crea hábitos que nos debilitan física, mental y moralmente. Nos contamina con la ignorancia que nos encadena a repetir los mismos bucles infernales. Nos condena a mecanismos y dependencias inconscientes. Nos hace seres tristes e irritables.

Una relación se revela curativa cuando nos insta a sacar y compartir lo mejor de nosotros mismos. Llena de sentido nuestra pequeña realidad. Nos reta a vivir en círculos más grandes de conocimiento y libertad. Nos hace más conscientes y responsables. Nos hace más felices.

Podemos afirmar que vivimos programados para vivir un determinado papel y que éste se revela eficazmente si observamos los roles que surgen en la dinámica entre dos personas. Por eliminación, nos veremos reflejados en el otro, como el negativo de una foto que contiene todos sus detalles pero a la inversa.

Se dice que allí donde está el veneno está el antídoto, pero para sobrevivir y salir fortalecido de una relación difícil, se exige una determinación que no todo el mundo tiene. Lo normal es sucumbir en el intento y no ir más allá de lo que en apariencia sucede. Las presiones sociales, las experiencias pasadas y las cargas familiares, tanto internas como externas, no contribuyen a mejorar la situación.


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Una de las reflexiones más curiosas que podemos hacer en una relación es que al observarnos en ella, la complejidad de nuestros actos evidencia que lo que hacemos no se corresponde con lo que en realidad sentimos. Esto sucede porque no somos solamente dos personas interactuando sino que, como mínimo, hay cuatro identidades diferentes interactuando en ella:

1. La personalidad que proyectamos en el mundo y que el otro en un primer momento asume como real. Nuestro yo consciente.

2. Quiénes somos en realidad. Esas facetas de nosotros que no mostramos en público pero que no podemos evitar que afloren en una relación más íntima.

3. La imagen que tengo del otro. El personaje, la idea que me he hecho de la otra persona en base a mis deseos y su personalidad.

4. Quién es el otro en realidad. Un desconocido que nos sorprende con sentimientos y actitudes que no entendemos y en las que por algún motivo no habíamos reparado.

… Y esto multiplícalo por el número de personas que forman la relación.
Además, las relaciones cuanto más profundas son, nos revelarán aspectos cada vez más extraños y escondidos de nuestro pasado e incluso de nuestro futuro.


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Según el Ayurveda, el ser humano se compone de tres aspectos que necesitan desarrollarse en armonía. El aspecto material, el emocional y el mental. Por lo tanto cada relación podríamos asumir que es un complejo entramado de necesidades físicas, emocionales y mentales puestas al servicio de un proyecto común.

Por ello, una de las cosas más importante de una relación es que las personas implicadas tengan un objetivo común. Sin ello la relación está destinada al fracaso.

La comunicación dentro de una relación nos abre la mente a posibilidades a las que en solitario llegaríamos difícilmente. Un gran salto al vacío que engrandece nuestras pequeñas vidas y que con una gran dosis de confianza puede culminar en éxito.

Os recomiendo ver la última película de Wes Anderson, una divertida delicia para los sentidos que nos devuelve la confianza en las relaciones humanas. No os la podéis perder.

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