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Los chicos desde pequeños hemos tenido que demostrar nuestro coraje y valor. Nos hemos hecho fuertes en el proceso de encontrar nuestro sitio en la sociedad. Hemos ido adquiriendo responsabilidades para ser aceptados como adultos. Cuando nos hacemos muy mayores se nos retira del mercado profesional y eso es todo. No se aceptan quejas ni reclamaciones.
A las chicas, para ser el complemento perfecto del hombre, se les exige justo lo contrario: parecer dóciles, adaptables, no destacar demasiado aunque sean brillantes, no mostrarse demasiado sexuales, etc. La mujer atrapada en su rol espera que venga un príncipe que la libere. Cuando aparece, se encuentra con otro ser humano que siente y padece la misma opresión pero de signo contrario.
De esta manera se perpetúan los roles de género. El proceso es simple. A los rebeldes se les califica de inmaduros, mala gente y libertinos. Se les considera la causa de los males morales de la sociedad y se les culpabiliza de los errores del propio sistema.
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El cuestionamiento de los roles sociales de género, raza u orientación sexual que comenzó en los 60, nos ha conducido al actual sistema de libertades que todos conocemos. Una vez más Las fiestas del Orgullo en Madrid me han emocionado. Son una celebración de libertad, diversidad y visibilidad, una manifestación del orgullo de aquellos que han sido negados por no encajar en la norma. Ahí, de una forma u otra, entramos todos.
El colectivo gay ha acogido unos patrones de conducta exageradamente masculinos y femeninos y los ha liberado de su trascendencia y gravedad. Ha hecho de los roles algo fluído, lúdico y creativo. El poder revolucionario y catártico del movimiento parece diluirse a medida que se institucionaliza, pero a cambio se ganan derechos legales impensables hace 10 años.
En la calle los estereotipos siguen estando vigentes. Todos estamos atrapados por formas de pensamiento que inhiben la exploración de otras relaciones. Nuestros padres vivieron una España en la que la homosexualidad era un delito. Se pueden legislar derechos y obligaciones pero no lo que sienten nuestros corazones ni lo que hacemos en la intimidad consensuada y adulta de nuestros dormitorios.
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Es indiscutible que la sociedad evoluciona gracias a individuos que se salen de la norma y exploran nuevos caminos. Los sentimientos, el erotismo y el sexo son aspectos del individuo que maduran con el paso del tiempo. Cada etapa de la vida nos pide una cosa y cada persona nos mueve algo diferente.
Teóricamente el ser humano nace con un potencial bisexual que rompe con todas las normas sociales. Personas sin pareja estable, con parejas múltiples, con amantes fijos y variables de los dos géneros, personas sin sexo que son puro erotismo, adoradores del sexo que son puro sentimiento, todo eso y mucho más. El mensaje es haz lo que te apetezca y responsabilízate de ello.
El equilibrio entre opuestos está presente en nuestras vidas allí donde miremos, el paso de los días y las noches, los cambios de estación… En la India Shiva Ardhanari simboliza la unión de lo masculino y lo femenino. La consciencia y la energía se unifican en un ser completo. En Occidente el símbolo alquímico del andrógino encarna la virtud templada que nos guía en la espiritualización de la materia. El mito platónico del amor explicaba que en origen fuimos seres completos y que por nuestro poder y arrogancia nos dividieron en dos. De esta escisión nace el amor y así nos va.
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Las personas transgénero son un tercer género a descubrir y sus orientaciones sexuales pueden ser tan variadas como las de los demás. Emitimos juicios de valor sobre cuestiones de las que ignoramos todo.
Vivimos en un mundo de valores tergiversados, de dialécticas perversas donde lo masculino se sobrevalora y lo femenino se banaliza. Instrumentalizamos la neurosis para alimentar a la bestia. Todo se analiza, se manipula, se prostituye y aniquila, dejando sólo los pálidos reflejos de un ideal más luminoso. La verdad, dicen, no interesa ni es rentable.
¿Ser o no ser? ¿Pero ser qué o quién? ¿Realmente tenemos opciones? Aparentemente sí pero, ¿podemos evitar ser quienes somos? Quizás sí, pero, ¿a cambio de qué? Orgullosos de ser lo que somos, a ratos lúcidos, sin perder las ganas de vivir. Somos lo que somos y somos tantas cosas…
Las maravillosas fotografía que incluyo pertenecen a la serie Regards del fotografo francés afincado en Madrid Pierre Gonnord. Un maestro de escruta el alma de los marginados y los seres fronterizos. Si visitáis Venecia podéis ver parte de su obra en el proyecto colectivoReal Venice que recauda fondos para salvar la ciudad. Hasta el 30 de septiembre del 2011.