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La primera vez que vi un dibujo de Moebius sentí que una parte de mí tomaba forma. A partir de ese momento la fascinación ha ido creciendo. Siempre le fui fiel. Incluso después de experimentar un fiasco de proporciones cósmicas cuando me sumergí en la Ciudad del Vértigo en Futuroscope.
No imaginé que detrás de la retrospectiva que la Fundación Cartier hizo de su obra hace dos años se anunciaba su muerte. El padre del cómic europeo nos deja un legado de mundos futuros anclados en el no tiempo de nuestras mentes. Jean Giraud decía sobre su alter ego, Moebius, que era un estado del alma.
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Todos somos Moebius. Un lugar de trazos sencillos y posibilidades infinitas. Una manera de entender el futuro que ha transformado la mirada de sus lectores. Cuando camino por el centro de la ciudad me parece estar en una de sus viñetas. Me convierto en un extranjero que está a punto de ser descubierto en un lugar que no debe. Siento como alguna de sus creaciones se hace real y me mira con sorpresa.
Cada vez que hojee mis viejos cómics, estaré conectado a él y a sus personajes. Todos ellos tienen algo que decir.
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¡Larga vida a Moebius!